El lenguaje surge para comunicar la realidad.
La realidad por sí misma es neutra (ni buena ni mala), pero 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪𝘤𝘢𝘮𝘰𝘴 nunca es neutra.
Nos proyectamos en esa realidad y así, implícitamente, comunicamos desde nuestros valores, creencias, ideologías, aprendizajes.
Inevitablemente es así.
Hablamos entonces de una Realidad de 1er orden y una de 2do orden.
Realidad de 1er orden es lo real, los hechos, lo concreto.
Realidad de 2do orden es todo aquello que le imprimo a la realidad de 1er orden, todas mis percepciones, interpretaciones.
Por eso, como siempre escuchamos, nunca vemos ni vamos a ver el mundo de la misma manera, porque la Realidad de 2do orden – el mundo interno – es distinto para todos.
Entendemos entonces que la 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪𝘤𝘢𝘥𝘢, siempre es de 2do orden, siempre es subjetiva. Es la que explica todo lo de 1er orden.
Y en esa interpretación ninguna palabra es inocente.
Cada una tiene su impronta, su connotación, y nos abre mundos totalmente diferentes.
Una palabra puede – literalmente – generar un impacto, un conflicto.
Puede desencadenar un proceso, que es el que normalmente llamamos ¨enfermedad¨.
Seguir creyendo que nuestro cuerpo físico y nuestra mente están disociados, es seguir hipnotizados con el árbol sin entender que es parte del bosque.
Es seguir creyendo que el alimento físico es más importante que el emocional.
