El miedo que tenemos en la vida es básicamente el miedo a sentir las emociones.
Nos acercamos o alejamos de una experiencia sólo en función de si creemos que nos va a reportar placer o dolor.
Es puramente subjetivo, por supuesto, y está relacionado con toda nuestra estructura mental, con nuestra manera de entender el mundo.
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La fantasía de no ser suficientes, de no estar a la altura, de ser rechazados, nos limita.
Evitamos situaciones porque la sola idea de sentirnos así nos paraliza.
Una sensación tiene el poder de condicionarnos de tal manera.
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Y mismo sucede de manera contraria, cuando queremos alcanzar algo: lo que realmente buscamos es la emoción o sensación que pensamos nos va a reportar el obtener eso.
Porque todo es un símbolo – nada en esta realidad tiene un significado por sí mismo.
El juego de la percepción hace que proyectemos valor en algo, que le pongamos carga, connotación, y que luego comencemos una carrera ciega hasta tenerlo.
Perseguimos el bienestar, eso es innegable, es el pulso natural biológico.
La única diferencia entre nosotros consiste en el tipo de símbolo al que le damos el poder de otorgarnos la felicidad – trabajo, dinero, poder, pareja, cuerpo, etc.
Y creería que el camino hacia el despertar es reconocer que nada externo puede darnos nada…
porque la constante del mundo es el cambio y paradójicamente lo único que es real no es perecedero.