Porque hemos tenido la experiencia opuesta.
La experiencia de sentirnos “en el camino”, o con más certezas que dudas.
Entonces sentirnos perdidos nos da la pauta de que no lo estamos, porque tenemos la consciencia de que, por lo menos, por dónde estamos yendo no es – de que hay “algo más”.
Tenemos un recuerdo de lo que sí queremos.
Tenemos el recuerdo de la polaridad.
Y este vaivén de opuestos, a su vez, nos recuerda que estamos viviendo una experiencia dual y que uno no puede existir sin el otro.
Es imposible parar ese movimiento – tocar un extremo y evitar constantemente el otro, porque el Universo es equilibrio, compensación.
En la medida en que queremos experimentar sólo una polaridad, paradójicamente, le damos más fuerza a la otra.
Y la mayor paradoja de todas es que una y otra son lo mismo. Son distintos gradientes de una misma información.
La aventura surge, entonces, cuando nos permitimos atravesarlas sin rechazarlas, reconociendo que la delgada linea donde una comienza y la otra termina, también es ilusión.