Nunca juzgamos al otro…porque al otro nunca lo vemos.
Sólo nos conectamos con el concepto o la representación mental que hicimos de él.
Es decir que juzgamos nuestras propias ideas que, en última instancia, asociamos con alguien.
Y esas ideas, por lo general, son aspectos nuestros no reconocidos y rechazados que, inconscientemente, proyectamos afuera.
Si los vemos afuera creemos entonces que ya no tenemos que admitirlos en nosotros.
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Volvernos “completos” es integrar todos nuestros personajes – la víctima, el verdugo, el rebelde, el autoritario, el dependiente, etc – y comprender que detrás de cada uno de ellos sólo se esconde una herida.
Y que todos somos todos.