No es mi función salvarte.
No es tu destino; no es el mío.
Tampoco sé si podría aunque, por momentos, la voz de mi niña me haga creer que sí.
No es mi función y no está en mi poder.
No soy más grande que vos.
Verte débil es lo que te hace débil, y esa mirada sí es mi responsabilidad.
Salvarte no.
Pero sí voy a recordarte, cada día que pueda, que tu presencia es valiosa.
Que vales, que sos amada.
Y al recordártelo a vos, también lo refuerzo en mí.
Porque al final del día, el Amor es la única Fuerza que nos sostiene, la única que nos mueve, la única que transforma.
Conectamos con un otro sólo para emerja en nosotros lo real,
conectamos para recordarnos el Amor.
Y recordarnos como Amor.
° °
Un buen día entendí que “salvar” no era más que un acto de soberbia.
Querer salvar al otro es tener el deseo de cambiarlo.
Es reafirmar que así como es, está mal, es inadecuado.
Es creernos mejores.
Un buen día lo entendí.
Y ahora mi práctica diaria es recordarlo cada vez que aparezca la tentación de que las cosas sean a mi manera. De que las personas sean diferentes.
No tenemos que salvar a nadie.
Sólo salvar la distancia que nos separa, hasta reconocernos iguales.
Bienvenido ese viaje. Ahí vamos!