“𝘠 𝘷𝘰𝘴 𝘲𝘶é 𝘲𝘶𝘦𝘳é𝘴?”
Dejar que nos atraviese. Sentirla.
Es tan potente que hasta inhibe.
Invita a parar, a verse, a revisar.
Poderosa si se sabe utilizar. Abre.
Nos conecta con nuestra intimidad.
Cuando descubrimos qué queremos, ya tenemos la excusa para movernos.
Y en el camino vamos explorando partes nuestras que ni siquiera sabíamos que existían.
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En esa aventura me encuentro. Reconociendo qué me permite hoy mi ¨personaje¨, y qué está más allá de su alcance. Porque ahí comienza el viaje. Ese gap entre lo que estoy encarnando hoy y lo que deseo, me da el gps para caminar.
Cada identidad permite una determinada realidad, porque cada identidad está estructurada en una serie de creencias y experiencias que habilitan ciertas manifestaciones.
Y cuando ya estamos para algo más, 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐦𝐨𝐬.
Sabemos cuándo tocamos el límite. Cuando ya nuestras ganas de crecimiento sobrepasan por mucho el miedo a lo desconocido, a la incertidumbre.
Hay hambre de otra realidad.
Pero la clave es llevarnos despacito para no caer en la trampa del cambio de forma sin modificar el fondo, porque los mecanismos de protección para quedarnos en lo conocido se vuelven cada vez más sofisticados.
Así que a seguir caminando…para que todas esas partes nuestras, que aún no exploramos, surjan y se conviertan en la materia prima de toda nuestra expansión.