La piedra existe.
Negarla es caer en la fantasía.
Al verla, nos vemos reflejados.
Y se convierte en algo personal, subjetivo.
Para algunos representa la distancia con los seres queridos, una profunda sensación de soledad,
para otros la incertidumbre laboral – que cuestiona
aquello que creían seguro -, en otros el miedo a enfermar, etc… Tantas piedras como personas.
Ninguna más válida que otra.
La piedra existe.
Qué hacemos?
Utilizar el único recurso que tenemos:
la Alquimia mental.
Transformar internamente aquello que
percibimos como plomo en oro.
Crear una narrativa – la historia que nos contamos acerca de lo que sucede – que nos fortalezca.
La elección es simple: asumirnos víctimas
o tomar responsabilidad.
Es una decisión que lo cambia todo.
En la responsabilidad no buscamos transformar la piedra, sino a nosotros mismos.
Nos preguntamos cómo utilizarla a nuestro favor,
de qué manera aprovecharla.
Y la piedra que antes obstaculizaba el camino,
se convierte ahora en el pilar de los nuevos cimientos.