Todo el tiempo estamos frente a señales que nos ¨hablan¨.
Nos hablan de nosotros, de toda esa parte oculta que esta por detrás de lo que sí somos conscientes.
La realidad en la que vivimos es la realidad que creamos.
Nada de lo que experimentamos está por fuera de nuestra mente. Nada escapa a nuestra voluntad (inconsciente).
Y en esa brecha entre lo que creemos desear a nivel consciente y lo que proyecta nuestro inconsciente, es que se genera el sufrimiento.
A veces no llegamos a entender completamente que la cara oculta de nuestra mente – el inconsciente – es el que condiciona toda nuestra experiencia.
Sería algo así como el ¨proyector¨ en el cine. Y en la ¨pantalla¨ se reproduce esa información – ahí se plasma nuestra película.
Y justamente esa es la razón que explica por qué, la mayoría de las veces, los cambios que hacemos parecen no funcionar: pretendemos transformar nuestra película desde la pantalla sin ir al proyector.
¨No digas que no te avisé¨ nos dice el inconsciente, ya que todo el rato nos está dando pistas acerca de aquello que nos conflictúa. Todo el rato estamos frente a nosotros mismos porque somos nosotros el proyector.
No hay casualidades – sólo relaciones de causa/ efecto.
Vemos los efectos (nuestra vida) para entender las causas (nuestra mente).
Las emociones, las situaciones que vivimos, los síntomas físicos son sólo los efectos de nuestros pensamientos, creencias, ideas – es decir, los efectos de cómo interpretamos el mundo.
Lo crónico se convierte en crónico sólo cuando nos ocupamos de los efectos sin atender sus causas.