Ser buscador es, por definición, no encontrar.
Lo buscado se convierte en la zanahoria que jamás se alcanza.
Entre tanta disciplina y ritual, pasamos por alto que lo buscado ya está encontrado.
Y la búsqueda del sentido, se convierte en un sinsentido.
Como dice una historia, buscamos las llaves que perdimos en nuestra casa, en la calle – debajo del farol, simplemente porque allí hay luz.
La revolución del buscador comienza cuando cuestiona y se cuestiona.
Cuando reconoce trampa.
Compró una narrativa con conservantes, que sólo resultó en distracción.
Distraer. “Dis” separar/ divergencia “Trahere” tirar/ arrastrar/ traer
Dejamos de “traer la atención hacia nosotros”, porque nos decían que El Reino de los Cielos estaba allí afuera, en el mundo.
Buscando el sentido, nos perdimos.
Nos volvimos demasiado obedientes y nos privamos de poder decidir nuestro sentido y dirección.