Detrás de toda manifestación en el cuerpo encontramos siempre algún tipo de conflicto – porque justamente esa es la razón por la cual desencadenamos un proceso biológico (¨enfermedad¨).
A veces podemos confundir la desaparición de los síntomas con la resolución del conflicto, y no necesariamente van de la mano.
Por eso es que en la terapia el objetivo nunca es la curación de aquello que se ve. Eso llega como consecuencia de una reprogramación más profunda, de empezar a mover partes de nuestra estructura que ya no son funcionales a nuestro bienestar.
Y surgen resistencias cuando los beneficios ocultos de mantenernos así sobrepasan los beneficios de cambiar. No somos víctimas de nada, más que de nuestros propios pensamientos.
Soltar aquellos relatos que nos contamos, animarnos a cuestionar para volver a interpretarlos puede sentirse como un salto al vacío, porque implica soltar también la historia acerca de quiénes creemos ser.
Aparece la ilusión de que si soltamos perdemos, pero eso es imposible.