Mucho nos perdemos en el automatismo del día – tanto en lo que llamamos ¨mundano¨ como en lo que llamamos ¨espiritual¨.
Realmente ninguno es mejor que otro.
Esa jerarquía de importancia es pura construcción.
Ambos son aspectos que, ya por el mero hecho de existir, no deberían negarse ni reprimirse, y menos condenarse.
Un automatismo nos lleva a buscar “afuera” todo aquello que creemos que nos va a hacer sentir mejor – éxito, poder, dinero, una pareja, familia, etc.
El otro automatismo nos lleva, muchas veces, a ir tanto hacia adentro que nos olvidamos que la experiencia es en relación.
Nos enfocamos en hábitos, disciplinas, prácticas creyendo que sólo así vamos a evolucionar.
La verdadera espiritualidad es comprender que ya somos “eso” que queremos ser, que ya somos “ese lugar” a donde queremos llegar.
La verdadera espiritualidad no juzga, no valora algo por sobre otra cosa, porque todo es lo mismo.
Todo es lo mismo vibrando a distintas frecuencias.
De otra forma seguimos cayendo en la ilusión – teñida de espiritualidad, pero ilusión al fin.
Si existen todas esas emociones que conocemos es porque son naturales y habitarlas, entonces, es parte de nuestra experiencia. Nada más.
Si entendemos que Somos Eso – mucho más grande – que vino que crear experiencias, no deberíamos negar ninguna.
Aquello que rechazamos, toma más fuerza.
Y ese es el recordatorio del Universo para que nos entreguemos a lo que Es.
Ese es el recordatorio para que habitemos nuestra Grandeza, nuestro Poder, porque cuando despertemos a Quien Somos el miedo y la separación ya van a haber pasado de moda.