Muchas veces tenemos que dejar que el agua nos tape para realmente despabilarnos.
O por lo menos para sentir la urgencia de hacerlo.
Sucede que gran parte de las peleas se generan, simplemente, porque nuestro ego se incomoda, porque nuestras creencias se ponen en jaque.
Y ahí el automatismo responde primero.
Esa reacción que sólo busca mantenernos dentro de lo conocido.
Aparece la rigidez, una falta de movimiento…cuando la Vida sólo nos habla de cambio.
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Una y otra vez nos seguimos enfrentando por defender ideas de cómo deberían ser las cosas – la familia, una relación de pareja, la amistad, el trabajo, el manejo del dinero, etc.
Y a qué costo seguimos sosteniendo las mismas creencias de siempre? – esas que ni siquiera son de elaboración propia.
Nunca es casualidad que las personas con las que más nos relacionamos son las que más cuestionamos. Y las que más nos cuestionan.
Eso nos mantiene ágiles porque nos trae siempre la oportunidad de volver a mirarnos – de revisar todo aquello que nos sostiene.
Por momentos el proceso puede ser doloroso, porque ese personaje que alimentamos tanto tiempo ya deja de ser funcional.
Nos vamos enterando que no es compatible con nuestra felicidad.
Pero nos mantenemos ahí firmes, porque sabemos que una vez que pase la tormenta, nuestro ancho de banda va a ser otro.