Hubo vitel tone en la mesa. Sí.
Hubo regalos y brindis a las 00. También.
Pero adentro pasaba otra cosa.
Esas tradiciones no llegaron con la fuerza que alguna vez tuvieron.
Había una sensibilidad distinta.
No hubo ¨cierre de año¨ ni intenciones para el próximo.
Ni idea el 2023. Ahí vamos. Ya estamos.
Estas fiestas fueron diferentes por miles de razones.
Tal vez algo más sentido en cada compartir.
Genuino.
No hubo mensajes de más ni de menos.
Sí palabras y gestos que conmovieron.
Y ganas de poner orden.
De revisar pendientes.
Hablar, agradecer, aceptar, despedir…
No porque sea fin de año – porque para muchos ni siquiera lo es.
Quizás por alguna conciencia de finitud.
De reconocer que los cambios suceden y rápido,
y que darlo todo por sentado nos quita la posibilidad de agradecer y, a veces, hasta de disfrutar.
Y no creo que haya celebración más poderosa que conectar con ese espacio donde todas nuestras defensas caen y sólo queda lugar para la inocencia.