Ser revolucionario…
Puede ser un acto silencioso.
(Debería serlo?) Es observar.
Cuestionarnos a nosotros mismo cuando percibimos que todo el sistema – sociedad, política, religión, etc – se manifiesta incoherente.
Es reconocer la propia incoherencia e ignorancia que vemos proyectada en la pantalla de la vida.
Es respetar las reglas de un juego que simplemente no queremos jugar.
Es abrazar esa sensación de soledad que aparece por momentos y, aún así, seguir adelante.
Es transformar la frustración e impotencia en aceptación.
Es proponerse volcar la energía de resistencia hacia el servicio.
Es recordar, una y otra vez, que todo lo que ocurre es perfecto y necesario – sin por ello caer en la pasividad, y que la verdadera revolución es nuestra transformación.
Resignifiquemos. Símbolos y realidad.