Ese momento donde comprendemos.
Bendito momento.
Comprendemos que para salir del estado de angustia, ansiedad, enojo o el que fuere, no tenemos que hacer ningún movimiento en nuestra realidad. Porque nuestra realidad sólo nos muestra lo que nos hemos permitido hasta hoy en día.
No es la causa de nuestros estados emocionales. Causa y efecto parecieran estar separados, pero están juntos y somos nosotros.
Un cambio en el plano físico no es transformador por sí mismo si no surge como consecuencia de una alquimia mental.
Y así es que podemos cambiar de trabajo, soltar relaciones, mudarnos, emprender, alejarnos de nuestros padres…podemos jugar infinito! pero si la causa (dolor, herida) que nos llevó a hacer estos movimientos no se atiende, tarde o temprano nos vamos a volver a encontrar con otros símbolos que nos lo recuerden.
No es karma, es nuestro inconsciente.
Lo que vamos dejando abajo de la alfombra no desaparece, por el contrario, cada vez toma más fuerza.
Cualquier herramienta, hábito, disciplina nos puede ayudar a que el proceso sea más amigable – al ponernos más sutiles, receptivos, al empoderarnos – pero no es reemplazo en absoluto.
El cambio de percepción es la única sanación.
Ir a la causa y no distraernos con los efectos.