La diferencia entre proyectar nuestras faltas y expectativas en el otro vs compartirnos generando una nutrición mutua.
Por momentos, una palabra que puede parecer tan inocente como ¨mi¨, habilita toda una realidad paralela… que puede ser un montón.
El sentido de posesión que crea: ¨mi¨ pareja, ¨mi¨ amigo, etc da lugar a un mundo que, muchas veces, lejos de alimentar la libertad, nos envuelve en obligaciones, frustraciones y justificaciones.
Y así, casi por default, las relaciones se van transformando en negociaciones donde para que uno ¨gane¨, el otro tiene que ¨perder¨.
Proyectamos en el otro nuestras exigencias, expectativas, mandatos, heridas…
Generalmente todo aquello que no resolvimos con nuestros padres – consciente o inconscientemente, va con moñito incluido para el otro.
Las relaciones pueden ser el camino más rápido de transformación o, por el contrario, la excusa para nunca hacernos cargo de lo propio.
Es inevitable relacionarnos – aún cuando nos alejemos y las evitemos – y ninguna relación es mejor que otra.
Lo realmente importante es la intención detrás.
Al fin y al cabo, sucede a través de un otro, pero siempre nos estamos relacionando con nosotros mismos.