En la base de todo conflicto inevitablemente encontramos las ¨decisiones equivocadas¨ que, en algún momento, tomamos.
Decisiones que luego se convirtieron en creencias.
Decisiones acerca de quién soy, quién tengo que ser, cómo es papá, cómo es mamá – que básicamente son los símbolos del hombre y la mujer, etc.
Tomamos decisiones que van conformando nuestra estructura, nuestra vida.
Lo que sucede es que esas creencias pasan a nuestro repertorio inconsciente y las olvidamos, y ésa es la razón por la cual después no comprendemos que todo lo que experimentamos es simplemente la materialización de nuestros pensamientos.
Tal vez hayamos aprendido que los hombres abandonan, que no se puede confiar en ellos, o que las mujeres tienen que mostrarse fuertes o, por el contrario, que no tienen derecho a expresarse…
Tal vez nos hayamos convencido de que no somos suficiente, que tenemos que sacrificarnos para ser ¨alguien”, etc.
Hay muchísimas creencias y todas nos condicionan.
Por eso la alquimia sucede cuando empezamos a hacer consciente lo inconsciente y nos permitimos elegir de nuevo.
Elegir de nuevo qué historia nos queremos contar – desde qué creencias queremos experimentar el mundo y a nosotros mismos.