El cuerpo es exacto, no miente – no sabe cómo.
Expone aquello que muchas veces no nos animamos a decir, a hacer.
No conoce lo políticamente correcto.
A nuestra biología sólo le interesa la supervivencia, y para eso busca siempre la mejor manera de adaptarse al entorno.
°
Nuestros síntomas físicos simplemente visibilizan nuestras creencias más profundas.
Nos muestran la manera que tenemos
de percibir el mundo.
Son la puerta de entrada para desocultar aquello que no se ve y que es la causa de todo: nuestros pensamientos.
°
Esos síntomas – que muchas veces rechazamos, tememos, escondemos – justamente nos permiten uno de los viajes de autoconocimiento más genuinos.
Nos ponen frente a nosotros mismos, sin máscaras. Sin excusas.
Y en ese punto aparece el libre albedrio.
Podemos elegir mantenernos en el mismo lugar y seguir tratando los efectos, o sacar pecho y meternos de lleno con lo más sagrado que tenemos: nuestras creencias.