Los periodos de ¨pausa¨ siempre traen movimiento.
Todo aquello que antes no me permitía ver, ahora toma protagonismo.
Siempre estuvo ahí, pero siempre logré distraerme.
En esta pausa – ilusoria – empiezan a aflorar emociones.
Se siente la incomodidad y la prisa por volver a lo conocido.
Igual que cuando empezamos a pasar más tiempo en nuestra casa y vemos todo aquello que sobra, que necesita arreglarse…
Nos habíamos acostumbrado a vivir así.
Ahora reconocemos que siempre hubo un ruido de fondo.
En las pausas, ese ruido aturde…hasta que lo miramos.
Lo atendemos.
Volvemos a pasar por lugares dolorosos, pero no son los mismos, porque nosotros no somos los mismos.
No hay figurita repetida.
Hay una nueva profundidad.
Otro entendimiento.
Aflora la emoción, nos entregamos y llega la calma.
Ponemos el cuerpo.
Vivimos el proceso.
Después de la tormenta, aflora el silencio.
Y es ahí cuando reconocemos que somos Mente.
Todo sucede dentro del mundo de lo invisible.
Memorias, creencias, aprendizajes, emociones.
Creamos nuestra realidad.
Consciente e inconsciente crean las experiencias.
Las pausas nos dan la oportunidad de ver la película y actualizar el guión.