Probablemente las cosas no cambien tan rápido como queremos. O sí.
Pero si nuestra manera de verlas es la que cambia, entonces ya no pueden ser lo mismo.
Hay muchos procesos, emocionales o físicos, que nos acompañan por más tiempo del que nos gustaría.
Esa urgencia que muchas veces tenemos por quitarlos o transformarlos, nos conecta inconscientemente con esta idea de que eso está ¨mal¨. Hay un sesgo en la forma de interpretarlos.
Y tal vez pasemos por alto que ese mismo proceso, del que tanto queremos huir, puede ser la llave para nuestra transformación.
Porque justamente nos ponemos en movimiento gracias a esa incomodidad.
Ahí se presenta una oportunidad – ese puede ser el punto de partida de un profundo camino de autoconocimiento. De conectar ese mundo externo con el interno.
Entonces ya deja de ser un problema y se convierte en la excusa que necesitábamos para ir más allá de lo que, hasta el momento, conocíamos.
Salimos de la prisa por curar.
Nos tomamos el tiempo de ver cuán profunda es la herida, cuándo se activa, cuándo mejora, qué cuidados necesita, etc y de comprender que en todo ese proceso el mayor regalo, no es tanto que cicatrice, sino en quienes nos vamos convirtiendo a medida que sucede.