De cómo las situaciones que se nos presentan, esas que nos paralizan, que nos activan, que se sienten fuerte en el cuerpo como contracción, terminan siendo un eco del ¨pasado¨.
De ese pasado entre comillas, porque no es pasado. Porque el pasado es presente. Porque miramos la vida y respondemos desde nuestras memorias. Desde todo ¨eso¨ que se grabó cuando estábamos en la panza de mamá y hasta los primeros años.
Se registró como nuestra matriz, como programación, con el sólo propósito de comprender cómo teníamos que adaptarnos al mundo – reconocer lo que reporta peligro, lo que es seguro, etc. Todo nuestro código inconsciente que nos guía desde lo invisible.
°
Pocas veces estamos Presentes en el presente. Y aún así, habitando ese estado, tampoco es garantía de que ya dejen de aflorar viejas emociones.
La diferencia va a estar dada por nuestra respuesta ante eso. El poder de observarlas o de reaccionar en automático. El respirarlas o no.
La biología detecta un posible peligro (en base a algo ya vivido) y responde. No tiene grises. Nos protege, aunque sea ¨por las dudas¨.
Y las emociones son ese aviso.
Algo así como ¨Ojo…¨
Y qué hacemos con toda esta Humanidad que se despliega más allá de nuestra voluntad?
Respirarla, una y otra vez, y revisarnos.
Volver la mirada hacia adentro y hacia atrás en el tiempo, para encontrar el sentido de nuestras respuestas viscerales. De ese cuerpo que habla y nos trae información valiosa de todo aquello que todavía no cicatrizó. Ese cuerpo que nos dice ¨es por acá¨.
°
Seguimos todos en este viaje de habilitar, cada día un poquito más, todas nuestras partes, para volvernos completos.