Descubrir después de muchísimos años (ok, todo sobre la mesa: después de 40 años) que estaba viviendo según el modelo de pareja de mi madre (…nombrarlo todo, como dije. Madre si estás leyendo, te amo). Y eso hacía que me incomodara, me enojara y hasta me diera culpa habilitar mis propias dinámicas de pareja. Me costó traerle luz y comprender que todo el tiempo me sentía en falta porque intentaba encajar en la caja de otro (otra), no en la mía (aunque la idea de estar dentro de una caja no es muy atractiva).
Pude reconocer desde mi propia experiencia cómo, casi todo, por no decir todo, lo que guía nuestra vida es prestado, heredado, aprendido. No importa la palabra, sólo decir: ¨no es nuestro¨. Y que no sea de cosecha propia tiene un precio altísimo: el pensar siempre que estamos errados, equivocados, que no estamos a la altura de lo que se supone que debería ser.
Y acá viene el retruco y el regalo de ir hacia más CONSCIENCIA: comprender, finalmente, que todas esas formas son sólo puntos de vista. Creencias acerca de cómo vivir y que, de ninguna manera, la realidad es ¨así¨. Nuestra confusión radica en llamar “realidad” a algo que no es más que un punto de vista. VOILÀ. Cuando entendí eso…tarannnn. Se abrió el cielo.
Cambiemos ¨modelo de pareja¨ por relación con el dinero, con nuestro cuerpo, etc. No importa de qué se trate. Aprendemos y luego nos olvidamos que podemos hacerlo de otra manera. Nos quedamos ahí, percibiendo que algo es sólido cuando no lo es.
¿Cuán expansiva sería nuestra vida si recordáramos que podemos elegir algo diferente a cada momento?