Una maestría en Vulnerabilidad, Humanidad y Amor.

El Amor. Siempre el Amor…
A veces nos suena lejano habitar el ¨amor¨, como si en un orden de prioridades estuviese primero “todo lo otro”, sea lo que sea. Y esto es porque pensamos el Amor desde la mirada romántica, y no desde la frecuencia que nos sostiene.

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Hay situaciones que traen, casi por su condición, la invitación a sumergirnos en nuestras aguas emocionales, a nadar en la incomodidad.
A veces agarramos viaje, y otras no.

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Y yo me metí a nadar.
Una despedida en Ezeiza se transformó en una Maestría en Vulnerabilidad, Humanidad y Amor.

Aprendí por la sola valentía de animarme a sentir.
Aprendí que no nos duele más que nuestro mundo interno.
Que el contacto físico, la presencia, no es lo que realmente buscamos, no es el fin. Falta el ingrediente que le da sentido, que une…
Buscamos CO.NEC.TAR

Lo que nos aterra es justamente la desconexión emocional, el soltar lugares seguros en ese movimiento hacia lo nuevo.
Nos da pánico el miedo a dejar de ser amados, al olvido.
Y todo ese paquete de información luego se traduce en sensaciones físicas, en necesidades internas, en formas de comportamiento…

Yo pensé que iba a extrañar ¨una presencia física¨ y la Vida se tomó sólo 24hs para mostrarme que no.
Pude reconocer que ese dolor ni siquiera era totalmente del presente. Mi niña había tomado el mando.

En su inocencia lo único que pedía era algún tipo de ¨seguridad” emocional. Como si pudiera decir: ¨Hay un otro que me ama y donde es seguro amar, y no quiero perderlo.¨
Nada más.
Simple. Puro.
Humano.

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Somos Mente, somos Espíritu, somos Todo eso, Sí…
Pero en otro plano, jugamos a ser humanos y, por momentos, se siente muy real.

Y ahí es cuando aparece la necesidad más básica, mamífera, de complicidad, de un apego seguro. De Amor. No podemos escaparle a eso y eso es lo bello del juego.

Estamos todo el tiempo en esa búsqueda, aunque, por momentos, parezca lo contrario.

Una parte nuestra recuerda Quiénes somos, y nos lo susurra a cada instante. Nos mueve hacia Eso, porque sabe que ése es el verdadero alimento.

La liberación llega cuando finalmente le decimos Sí a esa Verdad tan delicada, tan íntima…que el AMOR es la excusa de y para TODO.

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Sobre mí...

Mi nombre es Mercedes Zubiarrain, tengo 40 años, y nací y vivo en Buenos Aires. Aunque parezca ya de otra vida, alguna vez estudié y me recibí de Publicidad. Tuve siempre mi lado B que me llevaba a incursionar en talleres de Reiki, Registros Akáshicos, meditación…

Tuve algunos emprendimientos hasta que por fin entendí de qué iba la cosami cosa. Cambié “producto” por “servicio” y me convertí yo en la materia prima. Me la jugué.

Mi lado B se transformó en todos mis lados, y ya no hubo vuelta atrás. La puerta de entrada fue la Decodificación Bioemocional, que luego me llevó a conocer la Nueva Medicina Germánica, SAAMA…y es un camino que nunca termina.

Hoy me dedico a acompañar personas en Casa Florida 1336, que es el espacio físico que me unió con Mujeres, hermanas de otras vidas, con las que comparto el viaje también en ésta. Voy y vengo por muchos lugares – Chamanismo, Plantas Medicinales, Física Cuántica, Un Curso de Milagros, Constelaciones Familiares…investigo, quiero ¨comprender¨, y así es que voy poniéndole el cuerpo a todo lo que, en cada momento, resuena. Porque ¿qué es la Vida sino experiencias vividas?

Y no soy escritora pero escribir me da placer. Y sigo al placer. Escribir es el ritual y la práctica desde donde me miro, me transformo. Es mi propia medicina.