Un abrazo que abraza…no es sólo un abrazo. No.
Es un volver a casa a través del otro.
Hay sentido.
No hay urgencia.
Tampoco resistencias.
Desaparece el miedo al contacto – ese que nace de nuestras memorias dolorosas por habernos sentido separados en algún momento.
Desaparece el miedo al contacto.
Al verdadero. Ése que no conoce el tiempo.
Un abrazo que abraza, te envuelve y sucede algo mágico…simplemente te sentis bien.
Y ya deja de ser sólo un saludo.
Se convierte en un acto de intimidad que nos conecta con el otro e inevitablemente con nosotros.
Toca el corazón…y ahí ya no hay vuelta atrás.