Sabe cada uno de nuestros movimientos y se encarga de ponernos la piedrita justo en el medio del camino.
No espera que tropecemos.
Tampoco es karma, ni castigo. La Vida sabe.
Y nos espera con paciencia hasta que llegue el día en que nos cansemos de esquivarla y finalmente decidamos levantarla, para ver que aquello que parecía un obstáculo era realmente lo que necesitábamos para construir lo nuevo. Es la pieza que faltaba.
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Todo aquello de lo que huimos, nos persigue, y nos persigue sólo porque huimos.
Mientras más nos empeñamos en huir, más lo reforzamos. Huir, evitar, rechazar conlleva muchísima energía, y donde está nuestra energía también está nuestra atención.
Cada piedra esconde su escultura – cada una tiene el potencial para tal belleza, sólo hace falta nuestra voluntad…y algo de pico y pala.