Finalmente, de una u otra manera, todos nos dicen lo mismo: el único y el gran tema son los pensamientos.
Ahí encontramos el inicio y el fin de todo nuestro sufrimiento…
…sí, en eso ¨que no se ve¨, que es inmaterial pero que, paradójicamente, tiene muchísimo peso.
…en esas ideas no cuestionadas que luego se van conformando en historias, que parecen muy sólidas, pero que son historias al fin.
Y la Verdad es anterior a todas esas historias. La Verdad es lo que es. Es lo que está sucediendo…nos divierta o no.
Ahí no hay ¨debería¨ o ¨no debería¨. Hay hechos libres de significados.
Aún así, una y otra vez nos empeñamos en pelear con la realidad. Y una y otra vez, como dice Byron Katie, perdemos.
Nunca vamos a ganar en esa discusión con lo que es.
Y lo que discute no es ni más ni menos que todo el bagaje que traemos – nuestras creencias y programaciones. Lo que aprendimos en algún momento para poder sobrevivir.
Toda esa “información” es la que resiste constantemente lo que Es.
Más allá de que es una hermosa teoría, los efectos de practicar este tipo de pensamiento – esta indagación – están a la mano.
Podemos reconocer en este momento qué es aquello que nos tensiona, que nos incomoda, que nos frustra. Es decir, nombrar qué es aquello que creemos que debería cambiar para poder, entonces, sentirnos en paz, felices, etc.
Precisamente ahí es donde nos condenamos.
En ese ¨debería¨ surge también el sufrimiento.
Y no logramos ver que no nos duele tanto la realidad sino nuestra historia, nuestro condicionamiento. El pensar que tendría que ser distinto. El resistir.
Y esa aceptación de ninguna manera implica ser pasivo – pero ese es otro capítulo.
La manera en que elegimos interpretar lo que sucede nos condena o nos libera. Simple.
Aunque a la mente no le guste lo simple.
Sino preguntémonos:
quiénes seríamos sin ese pensamiento…?
cómo nos sentiríamos?
Sólo un pensamiento nos separa de ese estado.