Yo intentaba expresarle esta sensación tan profunda, que personalmente me moviliza y me convoca cada día más, que es el entregarnos y tener la valentía de abrirnos a conexiones reales.
Hablaba de ese ¨compartir¨, para el que no se requieren más que dos personas dispuestas.
Ese compartir que tiene hambre de verdad, que anhela lo genuino, que se abre completamente al Amor, aunque en el camino se encuentre con los desafíos de la incomodidad.
Hablaba de ¨Algo¨ que, paradójicamente, estaba sucediendo en ese preciso instante. Un beso de buenas noches que se convirtió en un profundo diálogo, lleno de Presencia, que nos llevó a otro nivel de intimidad.
Y en un instante de disociación, lo vi…una parte mía en total transparencia, entregándose a esa danza que el momento nos había propuesto, y otra, más sutil, que sonreía, por el simple placer de ese intercambio, cuya meta no era ganar ni tener la razón. Era el Amor.
Y no lo reconocí como ¨mi¨ necesidad individual.
Esa conexión hace rato dejó de ser para muchos un ¨debería o podría suceder¨ a ¨tiene que…¨ Tiene que estar presente en mi vida.
Se suma a la lista de lo ¨no negociable¨, simplemente porque el susurro del alma ya deja de ser susurro. Ahora habla alto y claro.
Marianne Williamson lo expresó de una manera muy simple, muy verdadera ¨El amor es el conocimiento intuitivo de nuestro corazón. Es un «mundo trascendente» que secretamente anhelamos todos. Un antiguo recuerdo de este amor nos persigue continuamente, pidiéndonos por señas que regresemos.¨
Estar en Amor. Volver al Amor. No es algo intelectual.
Es un movimiento literalmente espiritual. Es recordarnos.
Es darnos cuenta que hasta nuestro cuerpo nos lo confirma. Que cada célula vibra y se expande, al contactar con estas ideas, como si por dentro nos estuviesen diciendo ¨Siii, por fin. Es por ahí¨.
Volver al Amor. Un lugar que no es físico, sino interno, donde podemos descansar. Estando en el mundo sin olvidarnos de, primero, habitarnos a nosotros mismos completamente.