Humanos atravesados por procesos…por la Vida misma.
Humanos viviendo nuestra humanidad, y eso es lo que nos une.
Nos coloca en círculo, para poder mirarnos, acompañarnos.
No importa dónde estemos, nuestro origen, títulos o recorrido porque, de una u otra manera, estamos todos en la misma.
No en la misma ¨batalla¨, en la misma danza con la Vida.
Y tal vez – y ojalá – yendo, muy de a poco, a reconocer esos lugares de Amor…porque están y siempre estuvieron.
Pero sólo se hacen visibles si nos abrimos a ellos.
Es nuestro movimiento interno el que nos permite verlos.
Humanos siendo humanos. Una belleza que, a veces, se revela cruda, salvaje.
Humanos reconociendo dónde nos duele y dando espacio a la vulnerabilidad, aunque, por momentos, sea con miedo.
Estando presentes y siendo testigos de nuestro propio crecimiento. Ése es nuestro mayor regalo – a nosotros y a todos los demás, porque a medida que nos expandimos, que nos permitimos brillar, habilitamos ese mismo movimiento en los otros.
Respirando, siempre, porque no hay prisa, no es una carrera.
Ya estamos allí donde queremos llegar.
Ya estamos de donde nunca nos fuimos.
Ya estamos.
Ahora sólo queda reconocerlo.