Supo que “algo” se venía…
Casi en automático se dijo: ¨acá vamos, de nuevo a la cueva…¨
Ese nudo en la garganta había sido la señal de esta nueva llamada a renacer.
Era tiempo de permitir ese sentir y dar espacio a la transformación.
°
En medio de esa incomodidad y tratando de descifrar todas las emociones que iban apareciendo, se escuchó diciéndose internamente:
¨La vida me está pidiendo que crezca¨.
Y algo pareció calmarse con esa idea.
Encontró una forma de regular todo ese torrente de impotencia y angustia
que no parecía tener fin.
¨La vida me está pidiendo que crezca¨.
Y al instante surgió algo todavía más liberador:
¨La vida me está ofreciendo crecimiento. No me está pidiendo nada¨.
No ¨debo¨ ni ¨tengo que¨.
Respiró profundo. El cuerpo se fue acomodando.
Pero aún con esa idea tan generosa para su sistema nervioso,
el dolor persistía.
La diferencia es que ahora ya todo empezaba a cobrar otro sentido.
Ya tenía un ¨para qué¨ al que pensaba agarrarse con uñas y dientes en esa caja de Pandora que acababa de destaparse.
°
Minutos después – como si ¨de arriba¨ le estuviesen tirando otra soga para que ya no tuviera excusas – apareció otra frase:
¨Amá todo lo que está siendo¨.
Acá sí ya estaba elevando la vara, jugando en las grandes ligas.
Pero le gustaban los desafíos, así que también se animó a decirle que Sí.
Y con todo eso…igual se encontró llorando.
Y él la encontró llorando…y ella, desnuda en su vulnerabilidad, le dijo:
¨Dejame llorar porque duele¨.
Sabía que ya no quería guardar más.
Quería darse el espacio para ver todo eso que pedía ser visto.
Se quedó en silencio y fue su mirada la que le dijo:
¨No, no me duele lo que hiciste ni lo que sos.
Sólo me duelen mis creencias.
Me duelen mis propios límites…
Me duele no ser libre¨.