Me gusta pensar que los objetivos que nos ponemos, los deseos que plantamos, no tienen otra intención más que llevarnos al movimiento y generar experiencias.
Y que no importa su magnitud o alcance, ninguno tiene más jerarquía que otro.
Finalmente todos ellos son ¨símbolos¨ – porque detrás de aquello que decimos querer, en realidad lo que buscamos es la vivencia emocional que asociamos.
Tenemos el poder de crear significados.
Así es que todo se reduce siempre a las ideas que proyectamos sobre algo.
Pero puede pasar – y suele pasar – que muchas veces al obtener eso que queríamos, no llega el estado deseado de plenitud o satisfacción.
O llega, pero toca y se va.
Entonces volvemos al ruedo, y así estamos…
…Sin reconocer, todavía, que ningún logro tiene la capacidad de hacernos felices. Tampoco nada material.
En quien nos vamos convirtiendo, a medida que atravesamos esos procesos, es lo que finalmente va a marcar la diferencia.
Lo que nos mueve realmente es quienes estamos siendo.
En quién nos vamos transformando.
Y eso lo sabemos sólo nosotros.
¨Vernos¨, reconocer si estamos caminando en paz o no, es el mayor acto de valentía.