Me conté que lo espiritual era lo solemne.

Encuentro con lo sagrado.

¿Qué es lo ¨sagrado¨?

O mejor aún: ¿qué no lo es? Todo tiene el potencial de serlo si así lo decidimos.

Volver a lo sagrado, hacer algo sagrado, son formas de recordar.

De volver a lo más esencial, a ese silencio que está lleno de sonido, a ese vacío que es inagotable Amor.

Por mucho tiempo creí que lo sagrado solo ocurría dentro de rituales, en contextos específicos, bajo ciertas reglas. Y en esa idea dejé afuera tantas experiencias que, sin ser rituales, eran igual de trascendentes…si me permitía verlas así.

Me conté que lo espiritual era lo solemne.

Mientras más formal y más serio, más profundo.

Y en eso apagué una chispa que pulsaba por habitarme: la alegría.

Alegría no como mecanismo de evasión. A L E G R I A del Espíritu, de vivir, de compartir. La que es pura presencia.

Hoy entiendo que en, algún momento, nos alejamos tanto de quiénes éramos que empezamos a necesitar esos pequeños ¨actos mágicos¨ para regresar a lo real. Como esas migas en el camino que nos recuerdan cómo volver.

Y amo completamente los rituales. Pero los amo porque tienden un puente a lo Sagrado, a lo que finalmente somos…de la misma manera que lo hacen la risa, la ligereza y la celebración.

Voy desarmando, de a poco, esas memorias antiguas tan instaladas en nosotros. Esas que valoraban el sacrificio, que nos enseñaron a buscar el Poder fuera, en algo más elevado. Cuando en realidad, lo sagrado siempre estuvo aquí.

En cada respiración.
En cada instante.
En todo lo que elijas ver con los ojos abiertos del alma.

Así que una Vida Sagrada, una con sentido y propósito, no necesita más que de una decisión para expresarse.

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