¿La inmensidad de qué? De lo que somos.
La búsqueda de estados ampliados de consciencia ha sido una constante en la experiencia humana. Quizá, precisamente, porque lo humano es una “experiencia”, y abrirnos a estos estados es reencontrarnos con nuestra esencia, volver a lo que somos. De ahí nace, entonces, este “impulso hacia la totalidad”.
Y no, no se trata solo de psicodélicos. Existen múltiples caminos para acceder a estas dimensiones: la respiración, la meditación, la danza, deportes extremos, privación sensorial, ayunos…métodos tan variados como las culturas que los practicaron y practican. Cada uno de ellos es un intento de explorar la inmensidad que somos – eso infinito que apenas se puede nombrar, y que nos invita a descubrir espacios internos olvidados.
Si miramos la historia, vemos que esto no es cuestión de moda pasajera. Figuras como Stanislav Grof, entre tantas otras, nos mostraron el potencial terapéutico de los psicodélicos, y Ram Dass nos recordó que la espiritualidad no se “suma” a la vida, sino que ya es parte de lo que somos.
Hoy, en esta época, sentimos cada vez más la urgencia de volver a lo real, de habitar nuestra autenticidad sin filtros. Como un gran momento de soltar todo lo que nos contaron, todas las verdades que-no-eran-verdades que limitaron nuestro abanico de experiencias y nos alejaron de nuestro propio poder. La verdadera transformación reside en la libertad de renunciar a todo eso para reconectar con nuestro saber interno, con esa chispa esencial.
No se trata de escapar, sino de volver a reclamar lo que siempre ha estado allí: la posibilidad de vivir en plenitud, sin miedos ni condicionamientos, explorando cada rincón de lo que significa ser humanos. En cada respiración consciente, en cada danza desatada o en cada instante de silencio, se abre la puerta a una versión más auténtica y expansiva de nosotros mismos.
Y allí es cuando que reconocemos que lo “extraordinario”, en realidad, siempre fue lo “ordinario”.
✨️