El espacio terapéutico es aquel que nos permite e invita a mirarnos.
A ir más allá de nuestro relato mental, con la incomodidad que implica poner a la luz nuestra incoherencia.
Ir más allá de ese diálogo interno para encontrarnos, finalmente, con la dimensión de lo que es real en nosotros.
Y para llegar a ese punto de verdad, contamos con el cuerpo.
Allí descansan todas nuestras memorias – las propias y las de toda nuestra historia familiar.
A través del cuerpo afloran las emociones, los nudos de dolor, los bloqueos…
Nos entrega información muy valiosa a cada instante.
Sólo necesitamos un estado de presencia, de atención, para poder recibirlos.
Durante el encuentro terapéutico generamos el tiempo para ir a ese espacio, al plano más profundo: el inconsciente, donde se nos revelan los sentidos de nuestros síntomas.
Y empezamos a comprender así, la inteligencia de nuestra biología, en sus diferentes maneras de adaptarse a las realidades que percibimos como amenazantes.
Cómo cada vez que nos sentimos inseguros, nuestro sistema opera cambios y modificaciones en distintos niveles para permitirnos ¨sobrevivir¨, para llevarnos de vuelta al lugar de seguridad.
Esa sola mirada, ese entendimiento ya trae consigo SANACIÓN.