Nuestra mente es ¨creadora¨.
Crea 24/7, para ¨bien¨ o para ¨mal¨.
Hay ecuaciones de las que no podemos salirnos; ésta es una de ella.
Y no prestar atención a nuestros pensamientos, no significa que manifestemos menos o que seamos menos responsables de nuestra realidad. Significa que manifestamos pero sin consciencia, sin una atención dirigida. Quedamos a merced de nuestra programación limitada.
Cada uno de nuestros pensamientos, aunque sean del orden de lo invisible y aunque todavía tengamos la ilusión de que son privados, tienen cuerpo y dejan huella.
Tienen cuerpo y dejan huella.
Un pensamiento toma forma en alguno de estos tres niveles: a través de las emociones, de la realidad que experimentamos y de síntomas físicos.
Dicho de otra forma, sería algo así como: ninguna emoción surge por casualidad, ningún síntoma aparece por mala suerte y todas las experiencias que vivimos, en algún punto, hablan de nosotros.
Todo nace de un pensamiento, de una idea.
Juguemos con las palabras: no hay otra forma de darle forma a la realidad.
Comenzamos a despertar cuando nos abrimos a esta Verdad.
Cuando comprendemos que un foco consistente en pensamientos cuya fuente sea el amor y no el miedo, es un rasgo, no de espiritualidad sino ya de inteligencia.
…es inteligente ser “espiritual”.