Solemos levantar banderas, defender ciertas causas y rechazar otras. Es casi como el sello de la humanidad…¨tomarás una postura¨.
Y como el lema biológico es ¨pertenecer¨, vamos por la vida llenándonos de etiquetas.
Hablemos de política, fútbol, religión, alimentación, salud…hasta de la misma ¨espiritualidad¨.
Tenemos opiniones para todo y las defendemos.
Así construimos nuestra identidad y le decimos al mundo quiénes somos. Los demás son los ¨otros¨.
Y ahí empieza el baile.
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Cuando La Vida nos encuentre…apa, nos quiero ver en esa.
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Cuando nos polarizamos y mantenemos posiciones rígidas acerca de algo, generamos un desequilibrio – así de simple.
Tan simple, también, como entender que en la naturaleza, en el universo, todo tiende al equilibrio y así es como surgen los movimientos de compensación.
Asi que, si todavía te gusta tu bandera, agarrala fuerte…porque el pronóstico anuncia lluvia torrencial. Y sí, te va a despeinar.
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La Vida nos regala, todo el tiempo, la oportunidad de dar saltos hacia una mayor conciencia, y eso sólo se logra integrando más perspectivas.
Habitándolas con amor y transformando los juicios.
Dejar de levantar banderas habla de nuestro crecimiento.
Estar en una vereda y luego tener la humildad de cruzar a la de enfrente, es un movimiento de reconciliación, y es justo ahí donde encontramos la sanación.
Pero…si esa humildad no surge por motus propio, no te preocupes, la Vida se va a encargar.