La única batalla – la única real, por lo menos – ocurre por dentro.
No sólo es una ilusión pensarlo de otra manera – pensar que algo de la realidad, que obedece al dominio de los ¨efectos¨, tiene la capacidad para hacernos daño – sino también una distracción.
Porque así es que luego intentamos resolver desde lo externo/ desde lo visible, algo que sólo puede transformarse desde un nivel anterior (la mente).
El forcejeo, el malestar que muchas veces sentimos, tiene lugar únicamente en nuestro interior. Es la confusión que se genera al escuchar a dos voces que, básicamente, se contradicen.
Una que grita, que habla primero y que se las ingenia, una y otra vez, para acallar y desautorizar a la otra.
Y la otra que va con un perfil más bajo – que es ese susurro sutil pero constante y certero, que nos invita a ser correspondientes con algo que va más profundo…y eso muchas veces implica dejar lo conocido y abrirnos a otras experiencias.
Esas que nos movilizan.
Esas que generan cosquilleo.
Definitivamente es una peli para valientes. Serruchar nuestro propio piso y animarnos a lo desconocido porque sabemos que estamos para algo más Grande…pfff, es un acto heroico.
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Lo paradójico, y hasta cómico, del asunto, es que ¨eso¨ que por tanto tiempo rechazamos, que con tanto empeño resistimos, es justamente lo único que necesitamos integrar para emprender el camino de vuelta a Casa.
Y ahí aparece, como siempre, nuestro querido libre albedrío mirándonos, dejando en nosotros la decisión de seguir ese llamado y hacernos presentes, o seguir un ratito más pululando por ahí.
Bienvenidos todos a la experiencia de ser humanos.