Subirle el volumen al dolor o a la incomodidad no es algo que voluntariamente deseemos hacer.
Pero a veces sucede.
La vida nos trae situaciones que empiezan a apretarnos más de la cuenta y todo se torna insostenible.
Dejamos de estar anestesiados – que es lo que nos permitía ir tirando, y aparece de nuevo la herida.
Pero ahora con más fuerza.
Y es esta la nueva oportunidad que se nos presenta para transformarnos – para dejar de seguir acomodados en esas memorias dolorosas por miedo a mirarlas.
Una posibilidad para dejar de ser ese ¨yo¨ que construimos, que funcionaba como podía y no como quería.
Subir el volumen al dolor a veces es la única forma – porque como seres de hábitos tenemos también la capacidad de amoldarnos a lo que nos limita. Y olvidamos así que existe otra manera.
Subir el volumen puede traernos de nuevo al presente y permitir que se genere la experiencia más trascendental de todas: vernos, cuestionarnos y volver a elegir.